fireworks

Ya es de día,

he tratando de quitarme el sabor de la boca

estaba soñando contigo

y ahora sólo eres un tazón tibio de cereal


no caminaré de nuevo sobre vacíos

no lucharán mis ojos contra el follaje

por la luz, sólo quiero paisajes familiares


(me siento trágico, la gente sonríe


dime:)


qué día, qué cuerpo, qué ritmo y qué nombre


la gente camina

la gente pasa junto a mí,

me sonríe,

y sigue su camino


ya no puedo inventarte porque mi mente cansada

solo recuerda los fuegos artificiales reflejados

en los ojos de los bebes que me hacen sentir

que solamente eres lo que a veces veo


he estado comiendo con un amigo que dice

el mundo no es más que otro río de sangre

con toda la gente trabajando

mira los fuegos artificiales, ¡eres un pavo!

he estado comiendo con un amigo que dice

el mundo no es más que otro río de sangre

los elefantes juegan en el agua

y se engordan de sueños y precipicios.

(te encontraré al otro lado de la vida)


no puedo arrancar de mi mente cansada

los ojos aterrados de los bebes

que me hacen sentir

que solamente eres lo que a veces veo

en la noche violenta cuando

los fuegos artificiales reflejados

en los ojos de los bebes

me hacen sentir

que solamente eres lo que a veces veo

Corre, Conejo

El estrabismo de tus ojos, los tobillos frágiles, la calle que lleva al club

Los jardines, las macetas

Soy un conejo.

Cara de conejo, manos de conejo, sexo de conejo. Rasgo a rasgo en esta caja de cartón.

Estoy escuchándote reír a carcajadas

Estoy mirándote dormir

Ahora me subo al coche, enciendo la radio (soy un conejo, animal en reposo, extraviado. La luna), escucho el estado del tiempo, las noticias, un anuncio de Magiee Peel,

Estoy moviendo la nariz

Estoy mirándote bostezar

Soy un manojo de felpa y tripas, inofensivo. Soy un conejo escuchando la radio, un conejo en el tráfico de las dos de la tarde, los lentes de sol siguiendo la calle que lleva al club. Las noticias,

Estoy mirándote dormir.

Soy un conejo imaginando la luna en una caja de cartón.

sobre el odio II

Tomemos por ejemplo ese señor balanceándose en el metro. Tendrá unos cincuenta años, chaleco, encorvado, zapatos de agujetas. Está leyendo un libro con unos anteojos de adolescente. Seguramente ha cumplido todos sus propósitos, se siente feliz. Supongamos que tiene alguna compañía a quien ha entrenado bien para que diariamente le recuerde lo grande que es o, lo que también es posible, para que hable de los defectos de sus personas más cercanas, defectos de los que él carece. Efectos condicionados: una galletita, babea. Una chupada de pito, babea. Una crítica al nuevo vecino, babea. La dinámica del babeo condicionado construida para la reconciliación con la vida. Cincuenta años con lo mismo y gracias a ello. Es algo impresionante, debía levantarme de mi asiento y llegar hasta él y darle la mano. Felicidades, cincuenta años no pasan en vano, es usted un ser humano capaz de babear y hacer babear y con esa baba ha llenado las fallas existenciales que lo acosaron en la adolescencia. ¿Alguna vez se preguntó por qué diablos usted tenía que vivir? Perdone, no tiene ninguna importancia, yo no tengo ningún interés en agredirle a Usted que tan pasivamente, tan hábilmente, tan ciegamente ha tragado décadas y décadas de violencia gratuita.

En la siguiente parada bajamos todos.

Y si yo en realidad fuera y preguntara, ¿qué podría decirme de su vida? Que ha sido bueno, que algunas veces la tuvo difícil, que su hija está embarazada, que piensa ponerle al niño como él. Y digamos que se llama, Juan Antonio. Me llamo Juan Antonio, me he superado a mi mismo, he llegado mucho más lejos de lo que nunca creí. Todo esto sin ser todavía un viejo, mi padre murió a los. ¿Violencia? Nunca. Bueno, mi madre me abofeteó una vez. Me mandó a comprar el pan y me preguntó quién estaba en la tienda. Yo le dije que tres mujeres, ¡pas! (movimiento extraño del labio superior derecho y manotazo al aire) me atravesó la cara mientras me decía que no eran mujeres sino señoras. Señoras y no mujeres.

Imagen mental de sí mismo que domina en su memoria: la de su licencia de manejo.

Siguiente parada final del trayecto. El hombre ejemplo de hombre se va, le habría dado una bofetada si creyera que vale la pena. Pero después de él no hay nada. Lo que sigue es decir que sí a todo, aceptar el balanceo del metro como inercia contra la cual no es posible revelarse y montar en otro metro y montar en otro metro y ver a una gente y ver a otra gente y balancearse acompasadamente y así hasta el fin del mundo.

notas sobre el odio I

Es muy fácil odiar a los otros cuando se tiene tan bien entrenado el odio a uno mismo. Luego se vuelve vicio doy crédito al despotismo por pereza, por no construir una justificación que abra una falsa puerta hacia la compasión. No he visto a un solo humano que la merezca. O tal vez sí. Una vez vi a un bebé albino que sacaba la mano del rebozo para enseñar las pulseras de semillas de café. Lo vi pasar y sentí compasión porque tal vez aquel era el único ser en el mundo que merecía morir y que no podría hacerlo porque no dispondría de su vida sino hasta mucho tiempo después. Y eso contando con que tendría la suerte de llegar al punto muerto de aceptar que su vida había sido un insulto gratuito y se arrojaría de un puente o se colgaría del árbol de su casa. Por lo demás, estoy seguro de que todos meremos la angustia de estar siendo esa inmensa mierda que nunca lograremos dejar de ser. Merecemos el insomnio, el llanto y el hambre. Merecemos las horas de espera, el trabajo inútil, los reality shows, la publicidad, los bancos, los atentados y las guerras. Merecemos el plástico, la basura, las fronteras, el tedio, las utopías, el miedo, el dominio y la peste. Estoy seguro de que si alguien fuera consciente de lo que la vida significa no podría dejar de gritar hasta arrojarse a las vías del metro. Desde pequeños, hemos tragado a cucharadas mentiras en todas sus formas, por ejemplo, la más patética de todas, esa de que la vida es un milagro. Y otras con formas distintas: la mentira del amor, la mentira de la bondad, la mentira de la paz, de la pureza, del hogar, de la trascendencia, la de la historia, de la identidad. Cientos que se publican día a día en panfletos religiosos, periódicos y comedias románticas. No he visto a un solo humano que no viva saturado de mentiras ajenas en donde encuentra un espacio para regodearse en su orgullo. Los peores son los optimistas. Esos que predican la maravilla en cada gesto, la autenticidad de lo inédito, la gran certeza de que la vida les ha dado todo lo que esperaban, oh yo, oh los demás, me hacen llorar de rabia. Alguna vez escuché que cuando mueres toda tu vida pasa frente a tus ojos. Me encantaría que esta idea fuera cierta sólo por asegurarme que cada hombre se verá a si mismo como un fracasado y que lo último que sentirá en esta vida será una infinita lástima hacia sí mismo.

Desde la orilla

Me escondí entre las mantas para evitar la luz,
había ochenta peces dorados mirándome.
–¿A dónde vas –preguntaron–, si ya es de día.
Y salté las olas como un péndulo en el agua salada.
Y en la orilla me encontré con Ethel.
–¿A dónde vas?
Sus ojos eran dos atarrallas de hilos dorados.
Y me puse a hilar mientras te esperaba, repitiendo mi nombre
“Julia Julia Julia”
(Con los ojos cerrados)
“Julia Julia Julia”
Desperté en una sabana fría y busqué en el cajón la hilaza,
pero el cajón estaba lleno de peces dorados.
–¡Ahhhhhhh..!
El asombro estúpido de los peces dorados.
–¡Ahhhhhhh..!
Y los besé a cada uno y se convirtieron en piedra.
Y cuando estuve a salvo me senté a tejer una red dorada
Esperándote.
___(pero no apareciste)
Alguien tocó la puerta, era Ethel.
–Ayúdame –dijo mirándome desde sus cuencas vacías.
–¡Vete! –grité e intenté dispararle con una pistola,
pero la pistola era de juguete y la canica rodó hasta sus pies.
–Gracias –dijo
Y se llevó la canica entre las manos.
Y lloré toda la noche.
Y desperté en una sábana fría.
(Había que buscar la hilaza, darle leche al gato.)
Y salí al patio y un hombre me saludó “hola”.
Luego otro hombre me saludó “hola”.
Eran cuatro hombres tapando la fosa donde estaba un pez, un enorme pez dorado.
Y supe que eras tú y te saludé “hola”,
–Soy Julia –te dije.
“Julia, Julia, Julia”
Y los cuatro hombres se rieron.
Y entré a la casa para buscar la pistola,
pero recordé que era de juguete y que no servía.
Entonces miré por la ventana y los cuatro hombres ya no estaban.
Solo esta mi gato bailando sobre la tumba,
con una máscara de diablo.
Bailando, bailando.
Y sentí que estaba en un lugar seguro.
Y me senté a terminar la red dorada
Esperándote.
___
(pero no apareciste)